Historia de nuestro queso Altejó
El Molí de Ger es un antiguo molino de harina que aprovechaba la fuerza hidráulica de las aguas del río Segre, ubicado en la pirenaica comarca gerundense de la Baja Cerdaña. En él se asienta una pequeña quesería regentada por Père Pujol, un maestro del buen hacer y del buen gusto. Basado en su propia ganadería vacuna, el estricto control sanitario de la misma le permite contar con la óptima calidad para elaborar sus productos con leche cruda.
Hay un par de cosas que Père hace más raras de lo normal. Una es agregar muy pocos fermentos a la leche. En su lugar, la deja fermentar con sus propios microorganismos durante un cierto tiempo. Este proceso conferirá uno de los caracteres más propios de la quesería, puesto que los fermentos que se hayan en la leche de los animales son mucho más exclusivos que los añadidos. La segunda peculiaridad es el uso de cuajo de cordero. Lo habitual es utilizar el del animal que se ordeña, pero Père prefiere éste otro porque aprecia su alta calidad.
Como decimos, Père no deja nada al azar.
Entre otras maravillas, Père hace magia con la leche cruda de sus vacas para producir el Altejó. Es un queso de pasta ligeramente cocida. La cuajada cortada se sube hasta poco más de cuarenta grados. Otra transgresión de Père, que lleva al Pirineo y a un formato tan pequeño, la técnica habitual de los Alpes para piezas de seis, veinte, cincuenta kilos…
El resultado es un queso sin par, ligeramente dulce, de textura agradable como pocos y un aroma húmedo a bosque de tierra negra.
Seguramente te pueda interesar echar un vistazo a la página web de Molí de Ger. Quizá también puedas tener curiosidad por otro de sus quesos que desde Quesófagos podemos servirte: el Puigpedrós.
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